viernes, 18 de abril de 2008

Mortalmente parecidas

No saben nah lo que me pasó. Cuando terminé de comerme la tuna como corresponde, con cuchillo y tenedor, María Paz tenía que ir a matricularse para su quinto año de Medicina. Así que, como tan tonto no soy, me ofrecí para acompañarla. De paso aprovechaba de conocer otras facultades de la U y además, para que Pachi me sacara de la gran duda que me carcomía: ¿era ella Violeta o existía un parecido asombroso entre las dos?
En la micro, para romper el hielo, le pregunté a qué especialidad se quería dedicar. Me respondió que le gustaba la obstetricia. Se me ocurrieron un montón de chistes, pero mejor me quedé callado, a veces puedo ser muy ordinario. Me imaginé los extraños aparatos que deben usar y para hacerme el tierno le dije que debía ser super choro (sin ninguna doble intención ocupé ese adjetivo, lo juro) hacer ecografías. Se rió, menos mal, y me explicó que ya había tenido que hacer varias. Que era algo increíble ver las reacciones de las madres cuando podían distinguir en el monitor una cabeza o un brazo de sus futuras guaguas.
Cuando llegamos a la Casa Central de la U pensé que se excusaría de alguna forma para que nos separáramos, pero sorprendentemente no dijo nada, me pidió que le llevara su pesadísimo bolso y la acompañara hasta la ventanilla de matrículas. Y sí, estaba estudiando Medicina, por lo que disimuladamente alcancé a cachar en el recibo que le entregaron cuando pagó. Por lo tanto, Violeta debía ser una niña que se le parecía demasiado.
- ¿Qué hacemos ahora? –me preguntó.
- No sé, tú eres la viñamarina. ¿Qué hacen las viñamarinas después de pagar su matrícula? –le respondí haciéndome el interesante.
- Las viñamarinas solo quieren divertirse –dijo muerta de la risa y coqueta. ¿Vamos a Valparaíso?
- Hecho. Te invito a tomar una leche con plátano y unos choripanes.
Por la cara que puso comprendí que ya había metido las patas. “Son bien raros los magallánicos”, me dijo, “¿dónde se ha visto esa mezcla tan extravagante? Mejor vamos a La Torre a tomarnos unas chelas con mi amigos”. No me quedó otra que aceptar, para caerle en gracia y quitarme el estigma de extravagante.
La Torre no era nada una fortificación española o algo parecido, era una especie de galpón hecho de ladrillos con un techo alto y vigas al aire, hileras de mesas absolutamente llenas de estudiantes tomando cervezas y con reaggetón sonando por lo parlantes a todo chancho. Apenas entramos, Pachi me pidió su gran bolso, que ya me tenía chato, y dijo que necesitaba ir al baño, que por mientras yo buscara unas sillas desocupadas. Primero fui a comprar una cerveza, pero tuve que comprar una de litro porque no vendían individuales. Cuando por fin encontré sillas libres, me senté a esperar. Todavía la estoy esperando.
Cuando ya me había tomado solo el litro entero de cerveza, decidí que era mejor irme donde mi hermano. Me estaba levantando cuando siento que alguien me pasa las manos por atrás de la cabeza y me cubre los ojos con ellas.
- ¿Quién soy? –me pregunta una voz de mujer que me suena conocida.
- ¿Pachi? ¿Por qué te demoraste tanto en el baño? –le dije un tanto enojado.
- ¿Quién es Pachi? ¿Ya estás ponceando con otras chicas?
Estaba seguro de que la voz era igual a la de Pachi. Pero cuando me destapó los ojos y me di vuelta para verla, ¡era Violeta!
Otra ropa, otros zapatos, otro maquillaje, el pelo más desordenado, pero la misma voz y los mismos rasgos de Pachi. Ya pensaba que estaba enfermo de mi cabeza cuando vi que llevaba el mismo bolso gigante.
- Pachi, por favor, explícame lo que está pasando –le supliqué.
Y no saben nah lo que me pasó después, pero eso mejor se los cuento la próxima semana.

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