viernes, 25 de abril de 2008

Arena y chapalele

No saben nah lo que me pasó. Pachi /Violeta, ante mi súplica para que me contara la verdad, terminó confesándome que era ambas: Que estudiaba Medicina desde hace 4 años y también Música desde el año pasado. “Qué crúa esta chica”, pensé al tiro. Debe ser ultra complicado llevar dos carreras a la vez y más encima Música con Medicina. Eso le dije y me respondió que sí, que era súper difícil y que lo más complicado era mantenerlo oculto a su familia porque ellos jamás la habrían dejado hacerlo.
- ¿Y por qué también se lo ocultas a tus amigos? –le solté.
- Por la misma razón que no me gusta mezclar choripanes y leche con plátano.
¡Plop! Me dijo que fuera con ella a la mesa en que estaban sus amigos músicos, nos tomamos unas chelas y resultaron ser todos muy buena onda, bien jipis. Cuando ya se hacía tarde, la acompañé al paradero de micro. Tengo tanta mala suerte que me invitó a que fuéramos a la playa al otro día.
Le dije que sí, pero por supuesto que ahora me estoy arrepintiendo. Es que estoy más blanco que chapalele. Dormí como las pelotas pensando en que al otro día me iba a tener que sacar la polera y ponerme mis bermudas. Es que todos se van a reír de mi cuerpo blancucho. Pero lo peor es que desperté como con alergia en todo el cuerpo. Mi hermano René dice que no es ná alergia, que fueron las pulgas y los zancudos que se dieron el gran festín con mi sangre nuevecita llegada del extremo sur.
Después de embadurnarme con protector solar chorromil partí pa’ la playa. Reñaca a las tres de la tarde dijo. Por suerte andaba con mi celular para ubicarla porque era una playa re larga, como que me anduve perdiendo un rato. Ahora era María Paz, no Violeta. Y la acompañaban puras amigas bien cuicas.
Para mis adentros quería que me tragara la tierra, la arena en este caso, porque eran todas terrible de wenas, pero cuál más Paris Hilton que la otra. Y algunas estaban con pololo, todos surfistas mega bronceados. Estuve como tres horas sin sacarme los jeans y la polera mangas largas, me caigo’che, que calor que hacía. Hasta que:
- ¿Vamos a bañarnos? –preguntó Pachi.
- No, estoy bien así, gracias –le dije traspirando más que oveja antes de la esquila.
- ¡Pero vamos! –insistía María Paz en su bikini calipso que no dejaba nada a la imaginación.
“Vamos Barrientovic”, me di ánimos mentalmente, “no podís dejar mal a los magallánicos”. Y me saqué la polera y los jeans dejando en evidencia mi piel blanca, más blanca aún en contraste con mis bermudas rosado fosforescente.
Corrí a juntarme con Pachi en una ola para no escuchar las risas de sus amigos y meterme luego al agua para que nadie más me viera en esa condición tan vejatoria. No sé si María Paz me sonrió con lástima porque me vio la piel del cuerpo o de verdad se alegró porque fui a acompañarla. En todo caso, disimuló bastante bien si es que por dentro se estaba matando de la risa. El agua no estaba tan helada como la del Estrecho, obvio, y era entretenido esperar las olas para después saltarlas.
El problema fue que de repente no me di cuenta y me agarró una ola bien grande que me dio más vueltas que una lavadora. Tragué arena y me mareé tanto que apenas alcancé a darme cuenta que mis bermudas habían desaparecido. Eso ya era el colmo para un traje de baño flúor, ¿cómo se me iba a perder si momentos antes toda la playa se había encandilado cuando me saqué los jeans?
No hallé nada mejor que meterme un poco más a lo hondo para que no se me viera la raya. Y para más remate, Pachi me gritaba que no me fuera tan adentro…
Y no saben nah lo que me pasó después, pero eso mejor se los cuento la próxima semana.

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