jueves, 22 de mayo de 2008

Mendigos por un día

No saben nah lo que me pasó. Luego de las bromitas que nos hicieron los compañeros viejos a los novatos durante dos semanas, cuando ya pensábamos que una chorizada de bienvenida sería todo, un día en que estaba todo re piola, como si fuera la calma antes de la tormenta, ¡chan! ¡Mechoneo, miércale! Se nos abalanzaron antes de que terminara la clase, con el profe todavía adentro de la sala y, con toda desfachatez dijeron “permiso, profesor”, lo dejaron a él salir y a nosotros nos impidieron el paso.
Primero, con una soga nos amarraron de la cintura y luego nos sacaron los zapatos, las billeteras y las mochilas. “Tranquilitos, si se resisten va a ser peor”, nos amenazó quien parecía ser el cabecilla. A continuación, nos sacaron en fila india al patio, donde nos esperaban las estudiantes de segundo año que nos hicieron bolsa las poleras a todos los hombres con las puras uñas y un par de ellas empezó a dibujarnos el torso con “aparatos reproductivos”, como ellas mismas dijeron. Nuestras compañeras mechonas tuvieron más suerte, entre comillas, porque solamente les hicieron tira las blusas de la mitad para abajo y en la espalda les hicieron un par de tremendos hoyos en los que dibujaron un pequeño círculo, se imaginarán lo que representaba.
No contentos con tal vejamen (ya parezco periodista describiendo los hechos, me cagoche), tenían dispuesta una poza con barro y quizás qué fluidos corporales. Tuvimos que pasar por ahí arrastrándonos para llegar donde una cabeza de chancho, a la que si no besábamos, teníamos la simpática alternativa de ser bañados en pescados y huevos podridos. Obviamente la mayoría prefirió arriesgarse con una triquinosis mil veces a terminar maloliente por el resto de la semana.
Para finalizar, nos pidieron, con mucho respeto y cariñosamente, que les trajéramos cinco mil pesos antes de las seis de la tarde para que nos devolvieran nuestras preciadas pertenencias. “Tienen tres horas. Aunque les falte un peso para los cinco mil, no devolveremos nada. Tienen que traer una Gabriela, no menos”. Algunos pelolais se quisieron pasar de listos queriendo sacar plata de sus billeteras, pero no los dejaron y tuvieron que pedir limosna igual que todos los del populacho.
Como nuestra universidad queda medianamente lejos del centro de Viña, tuvimos que pedir plata a la poca gente que andaba en la calle en un barrio residencial como en el que estábamos. Por lo menos suficientes monedas hasta que alguien se avivó y propuso que mejor nos fuéramos al centro. Al tomar la micro tuvimos que rogar para que el chofer nos dejara subir en ese estado “checopetesco” impresentable. Cuando llegamos, por suerte en la calle Valparaíso las tiendas ya estaban abiertas otra vez (cierran al almuerzo) y había muchísima gente transitando. Con los natalinos tira piedras nos avispamos y nos fuimos a mendigar a la salida de un supermercado frente a la plaza.
“Uy, que blanquitos estos niñitos”, fue la frase que más escuchamos de las viejitas frescas que a cambio de monedas nos pedían “besitos”. “Por una luca le bailo, abuelita”, no sé cómo se me ocurrió decirle a la cuarta vieja verde. “Yapoh”, me dijo la señora que se parecía a la abuelita de los Venegas de TVN, pero sin cirugías. O sea, peor. “¿Qué le apetece?”, le dije más canchero que… nunca. “Baile rechetón”, me respondió con la placa media suelta. “Ese baile debe ser muy antiguo porque no lo conozco, ¿es como el charlestón?”, le dije antes de caer en cuenta de que quería reggaetón. “¡Rechetón! ¡Ese que bailan en Rojo las niñitas!”, me gritó como si fuera yo el sordo. Así que le hice un perreo a la viejuja aunque me cargara esa tontera de baile. Por ganarme las lucas lo más pronto posible estaba dispuesto hasta a bailar ballet.
Quina me dio la veterana apretá. Pero las ancianas que venían más atrás fueron más solidarias y pasaron luca y otra luca quina.
Estaba re contento, porque los natalinos tira piedras apenas llevaban un par de monedas y a mí ya no me faltaba casi nada. Cuando por fin junté mi “cota”, partí a tomar la micro de vuelta a la universidad terrible de contento…
Y no saben nah lo que me pasó después, pero eso mejor se los cuento la próxima semana.

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